Hoy os traemos un cuento divertido, ingenioso y lleno de contenidos matemáticos, de la mano de Blanca Zunzunegui.
Contenido: Números positivo y negativos. Geometría.
Aun recuerdo lo sorprendida que me quedé al descubrir que nos íbamos de viaje a Grafmática. Nunca antes había oído hablar de aquella ciudad, pero sin duda es la más peculiar en la que he estado.
Para empezar, todas las casas estaban distribuidas a lo largo de dos interminables avenidas. La avenida vertical llamada “Avda. Y” se cruzaba con la avenida horizontal: “la Avda. X”. Las casas de los habitantes de Grafmática estaban numeradas de tal forma que las que se encontraban en la zona superior y derecha de cada avenida tenían números positivos y el resto eran negativos. La ciudad estaba formada por cuatro barrios o como los llamaban los habitantes: “cuadrantes”. Estos eran grandes extensiones de campo.
El primer cuadrante contaba con un terreno de un color verde precioso y tenía un aspecto realmente positivo, el segundo tenía césped verde y seco a la vez, el tercero era completamente seco, este cuadrante tenía algo especial ya que todo turista que pasara un rato paseando por él, salía con pensamientos verdaderamente negativos. Por último, el cuarto era muy parecido al segundo.
Una mañana salí a pasear sola y decidí acercarme al origen de las dos avenidas y cuál sería mi asombro al descubrir una pequeña y solitaria casa en medio de aquella insólita ciudad. Su puerta era ovalada, el pomo también era ovalado. Incluso las propias ventanas eran ovaladas. Estaba tan sumida en la observación de aquella extraña casa que me sobresaltó una voz que dijo:
De repente, se abrió la puerta de la vivienda que se encontraba al otro lado de la número cero. Al poco tiempo salió un señor que era increíblemente parecido al de la casa número uno. Se unió a nosotros y añadió:
Era un edificio alto que se encontraba en el segundo cuadrante bastante alejado de la Avda. Y pero cerca de la Avda. X. Su enorme fachada principal estaba decorada con numerosos motivos matemáticos: números, rectas, parábolas, circunferencias… En la parte superior de la gruesa puerta de roble se podía leer:
“Las matemáticas son el alfabeto con el cual Dios ha escrito el Universo.”
Me aventuré a entrar, recorrí el pasillo principal y me asomé a una sala que se encontraba a la derecha, dos voces masculinas hablaban en su interior:
Me asomé y pude observar a un señor de mediana edad con pelo canoso que deduje sería el alcalde y a su lado se encontraba un hombrecillo pequeño y delgado. El segundo gesticulaba de manera exagerada mientras hablaba. Los dos callaron y dirigieron sus cabezas hacia donde me encontraba.
Con un fuerte portazo irrumpió en la habitación un hombre que iba extraordinariamente erguido, cuando se dio cuenta de mi presencia pidió disculpas y abandonó la habitación.
¡Vaya hombre tan decidido! No me dejó exponer mis argumentos ni mis ideas. Salí del Ayuntamiento con la intención de hacer lo que me acababan de sugerir.
Casi me quedo paralizada al ver que los cuadrantes estaban en ese momento llenos de gente y me quedé más estupefacta aún cuando vi que se unían entre ellos y se separaban para formar nuevas uniones. Una mujer con una barriga tan enorme que parecía estar embarazada se me acerco y me dijo:
Mientras se alejaba otra vez, pensé que verdaderamente eran negativos todos esos Menos. Me alejé dirigiéndome a la avenida X, la recorrí a paso ligero hasta llegar a la casa de Cero.
Me armé de valor y llamé a la puerta. Esperé un buen rato hasta que un hombre gordísimo y calvo abrió.
Pasé sobre el felpudo circular y entré. Las paredes estaban repletas de cuadros ovalados, una mesa redonda presidía la estancia sobre una alfombra blanca cuya forma ya podréis suponer.
Esa afirmación me despreocupó bastante, pero no me quedé conforme. Nadie puede ser realmente feliz viviendo solo y apartado de los demás.
Estuvimos hablando un buen rato sobre las costumbres y las creencias de Grafmática. Una de las que más me sorprendió fue que todos los ciudadanos creían profundamente en Infinito, ese era su Dios. Nadie le había visto nunca pero los ciudadanos estaban convencidos de su existencia. Todos los años los números se suman entre ellos para recorrer las dos avenidas y llegar lo más lejos posible.
Cero me presentó su punto de vista y me confirmó que él creía que Infinito no se encuentra solamente al final de cada avenida sino que se puede encontrar también entre dos números cualquiera. De esta forma, entre Cero y el señor Uno se encuentra Infinito.
Al oír esto me acordé de algo. Una vez en clase de Matemáticas aprendí que existía una manera de que los números se acercaran a Infinito.
– ¡Pero señor Cero! Usted tiene la solución a este problema. Si divide a cualquier número, este tendrá su límite en Infinito y así los ciudadanos lograrán estar más cerca de Dios de lo que nunca llegarían sumándose entre ellos.
– ¿Podría ser verdad? Nunca antes he dividido a nadie por miedo a lo que pudiera pasar. Pero de ser así… por fin podría colaborar con mi ciudad y no sentirme solo nunca más.
En ese momento estuve segura de haber ayudado al señor Cero. Sabía que tenía que tener alguna función que ayudara a los demás. Todos los números la tienen, todos son importantes.
La voz de mi madre me sobresaltó ¿Ya eran las nueve de la noche? Me despedí de Cero recordándole la promesa de escribirnos entre nosotros todas las semanas y le hice prometer que no dejaría que nadie le aislara nunca más. Abandoné su casa con toda la seguridad de que algún día regresaría. Al salir vi a mi madre, que me miraba con preocupación y corrí a abrazarla. ¡Tenía tantas cosas que contarle!
Desde aquel día Cero y yo nos hemos mantenido en contacto tal y como acordamos.
Me cuenta que ahora todos los números, e incluso el alcalde, se pasan por su casa de vez en cuando para ver si es verdad eso que dicen acerca de su conexión con Infinito.
Autora: Blanca Zunzunegui Fernández
E-mail: zunzublanca@gmail.com